Blest pair of sirens puede considerarse una de las obras más populares del compositor Hubert Parry, especializado en el repertorio coral, si bien también escribió sinfonías y óperas hoy olvidadas. Dado que llevaba años acariciando la musicalización de la oda At a solemn musick de John Milton, decidió que era el momento apropiado para llevarla a cabo.
La partitura comienza con una extensa introducción orquestal de carácter sereno, tras la cual entran las voces a ocho, dando paso después a una sección imitativa, sostenida en buena medida por los bajos. Fanfarrias corales introducen a las trompetas antes citadas, y entonces el coro se divide en cuatro voces en la sección “That we on earth”. Se introduce entonces un escueto interludio para órgano solo, y las sopranos introducen un nuevo motivo en “May we soon again”. De la serenidad se pasa un ritmo más vigoroso y la música alcanza su cenit celestial nuevamente a ocho voces, para cerrar con un final homofónico. Blest pair of sirens se convirtió en un clásico inmediato del repertorio coral inglés.
El cuarto centenario de la invención de la imprenta procuró a Mendelssohn el encargo de dos obras en torno a Gutenberg, en 1840. Una fue la pieza coral Festgesang, y la hora su Sinfonía nº 2 “Lobgesang” (si bien fue la cuarta que escribió). Mendelssohn concibió una sinfonía, a la manera de la Novena de Beethoven, con tres movimientos instrumentales y un cuarto en forma de cantata que, sin embargo, debe mucho a la música sacra de Johann Sebastian Bach, que Mendelssohn contribuyó a redescubrir al mundo.
La parte vocal está encomendada a dos sopranos, un tenor y un coro mixto, y el compositor escogió textos de la Biblia en la versión alemana de Lutero, principalmente salmos, además de fragmentos de Isaías, y de las epístolas a los romanos y los efesios, entre otras. El éxito de la obra la salvó del desprecio que su autor reservó a sus sinfonías “Escocesa” e “Italiana” que ni siquiera quiso publicar en vida. Sin embargo, la popularidad que estas alcanzarían tiempo después sepultaría, paradójicamente, a la Lobgesang en el olvido.
Martín Llade, periodista y escritor